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INICIANDO EL AÑO ANIVERSARIO DE NUESTRA
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Lo dice un estudio: se necesitan
US$12.000 millones para que una región agrícola recupere sus nutrientes iniciales
Mariana Reinke
lanacion.com.ar
Se necesitarían unos US$12.000 millones en fertilizantes para devolver los
nutrientes originarios a los suelos agrícolas de las regiones del NOA y el NEA. Esa fue
la cifra que, a groso modo, arrojó el primer mapeo en suelos en 350 sitios
que representan las más de seis millones de hectáreas productivas que hay en la zona.
En una interacción público-privada y con el apoyo financiero de la empresa
AngloAmerican, Fertilizar Asociación Civil y el INTA lograron completar un estudio
pormenorizado sobre la fertilidad de las superficies agrícolas de toda la Argentina. Del
resultado en las zonas estudiadas se puede ver que, cuando se compara con suelos
prístinos con los actuales, la caída de materia orgánica, PH, cationes es muy
importante, pese a que tiene una historia agrícola más breve que en la región pampeana.
En diferentes lugares de las provincias de Jujuy, Salta, Tucumán, parte de Santiago del
Estero, lugares de Chaco, norte de Santa Fe, norte de Córdoba y norte de Entre Ríos se
tomaron muestras en lotes en producción de por lo menos 15 o 20 años y su condición
prístina eran suelos de monte o algún pastizal natural y las grillas eran de 25
por 25 kilómetros, dijeron.
El encargado de desglosar el informe fue el ingeniero agrónomo Hernán Sainz Rozas,
técnico de INTA Balcarce, quien comenzó contando la realidad en la región pampeana,
donde la materia orgánica tuvo una caída del 34% cuando se lo compara con suelos no
intervenidos. Luego, destacó que la idea fue determinar los niveles actuales de
materia orgánica, pH, fósforo, cationes y micronutrientes y comparar estos niveles con
la condición de suelo inalterada.
Del NOA y del NEA no sabíamos nada solo que a principios de los 90 se había
corrido hacia ahí la frontera agrícola y que se incrementó en más de un 300%. También
sabíamos que son suelos con menor resistencia a la degradación y con menos capacidad de
reaccionar y, donde se habían adoptado modelos productivos que eran propios de la región
pampeana. Había bastante información de que las dosis de nutrientes utilizadas eran casi
seis veces menos que en la región pampeana, o sea que había desbalance de nutrientes y
que eso llevaba a brechas del 50% en algunos cultivos de verano como soja y maíz,
dijo Sainz Rozas.
Entre las principales conclusiones del documento se señaló que, en la degradación de
los suelos, la pérdida de fertilidad y de materia orgánica los han dejado más
vulnerables a los impactos ambientales y climáticos. Por otra parte, existe una
disminución en la disponibilidad de nutrientes como el fósforo (principalmente), pero
también el potasio en el nordeste de Santa Fe y norte de Entre Ríos, que experimentaron
notables reducciones, lo que podría afectar la capacidad productiva de los suelos.
Además, se determinó una importante reducción de la materia orgánica (promedio) para
toda la región NOA y NEA, lo que produce una mayor susceptibilidad a la erosión y
menor abastecimiento de nitrógeno y azufre por mineralización. En esa línea se
advirtieron zonas con potencial deficiencia de calcio y magnesio, mayormente en el
centro-norte de Santa Fe, región con larga trayectoria de producción tambera.
Por otra parte, se destacó que existe una marcada disminución de los micronutrientes,
con especial relevancia en zinc (Zn) y boro. Con respecto al Zn, las zonas con potencial
problema de deficiencia fueron el este de Tucumán, la región central de Santiago del
Estero, el nordeste de Córdoba, el norte de Santa Fe y el norte de Entre Ríos. Es
alta la probabilidad que la deficiencia de este nutriente esté incidiendo sobre la brecha
de rendimiento de los cultivos, comentó Sainz Rozas.
En tanto que las zonas con potencial problema de deficiencia de boro fueron parte del este
de Tucumán, el centro-este de Santiago del Estero, el nordeste de Córdoba, el norte de
Santa Fe y el norte de Entre Ríos. En relación al hierro, se detectaron bajos niveles en
la región central de Santiago del Estero.
A diferencia de la región pampeana, donde se tiende a disminuir con el uso agrícola, en
el pH en algunas áreas del NOA y NEA se registró un aumento, debido al uso agrícola.
Se encontraron zonas con pH mayores a 7,5 (problemas de deficiencias de
micronutrientes catiónicos) y otras con pH menor a 6 (problemas de acidez y
disponibilidad de calcio). Esto presenta desafíos adicionales para la gestión de
nutrientes, comentaron en la entidad.
En la presentación, Roberto Rotondaro, presidente de la entidad, explicó que se
trata de regiones con una historia agrícola más breve que la pampeana y que por eso era
muy importante conocer el estado actual de la fertilidad, de cómo evolucionó después de
ese corto manejo y ese corto uso por parte del hombre.
Son zonas bastante heterogéneas con ecosistemas más frágiles, donde hay más
temperatura que en la región pampeana, entonces cualquier acción del hombre de uso de
ese recurso puede provocar algún deterioro en un lapso más corto de tiempo, dijo.
Por su parte, la vicepresidente del INTA, María Beatriz Pilu Giraudo,
recordó que el 3% de la superficie del planeta es cultivable y que de ese porcentaje
en el 85% todavía se sigue usando con la agricultura milenaria la agricultura de
deterioro.
Estamos con el enorme desafío de haber empezado una revolución hace más de 30, 40
años de la mano de la siembra directa que nos coloca en otro nivel: en ser parte de ese
escaso 15% a nivel global que ya empezamos a hacer el cambio a una agricultura de
regeneración, de cuidado. Estamos en un proceso de mejora continua pero no quiere decir
que nos podemos quedar tranquilos, al contrario, indicó.
A la hora de las recomendaciones para iniciar una recuperación de la fertilidad, el
investigador del INTA propuso, por un lado, intensificar las secuencias de rotaciones de
cultivos, incluyendo más cultivos de servicios, rotaciones con pasturas o abonos
orgánicos con el propósito de aumentar el ingreso de carbono al suelo; seguir
monitoreando el pH de los suelos por ser un factor clave en la disponibilidad de
nutrientes. También aumentar las dosis de fósforo en lotes que lo ameriten y controlar
también los niveles de cationes básicos como calcio, magnesio y potasio; y empezar a
incluir en el análisis de suelo de rutina nutrientes como el zinc y boro y, en algunas
zonas también hierro.
Si seguimos produciendo en estas condiciones, con este desbalance de nutrientes, los
rendimientos van a ser cada vez más bajos, cerró el técnico del INTA.
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