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La oportunidad del girasol:
con mejor tecnología, podría rendir hasta 40% más
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El girasol ha sido históricamente un jugador clave en el agro argentino. Y si
bien hace décadas perdió protagonismo, fundamentalmente con el avance de la soja y la
expansión del maíz, en los últimos ciclos se ha recuperado a paso firme, al punto que
la cosecha 2024/25 que está terminando será la mayor en lo que va de este siglo.
En ese marco, a raíz del empuje que viene mostrando este cultivo, es que diversas
instituciones se lanzaron a hacer una investigación sobre brechas de rendimiento, para
detectar cuáles son los puntos que podrían mejorarse agronómicamente para sacarle el
máximo potencial.
Así fue que el estudio, liderado por la Facultad de Agronomía de la Universidad de
Buenos Aires (FAUBA), junto al Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), la
Asociación Argentina de Girasol (Asagir) y otras instituciones, determinó que las
brechas de rendimiento la diferencia entre lo cosechado y lo que se podría
lograr oscilan entre 34% y 40% a nivel país.
Y concluyó que la producción podría crecer con tres ajustes clave: optimizar la
fertilización con fósforo (P) y nitrógeno (N), elegir cultivares de buen potencial de
rendimiento y adoptar sistemas de labranza más eficaces.
El girasol, un cultivo estratégico para argentina
Ignacio Rodríguez, primer autor del estudio y profesional del Grupo Don Mario,
sintetizó: El cultivo de girasol es estratégico para el país, y aunque los
rendimientos son buenos, todavía hay margen para aumentarlos. A ese incremento de kilos
por hectárea lo llamamos brecha de rendimiento.
En ese sentido, recordó que la brecha es la diferencia entre el rinde que el
productor obtiene hoy y el que podría lograr aplicando las mejores prácticas de manejo.
Es un indicador muy importante porque permite identificar oportunidades para optimizar la
productividad, ya sea en kg por hectárea o indagando en las causas que la
determinan.
Haciendo un poco de historia, recordó que, en 2013, el Profesor Antonio Hall
Emérito de la UBA y del CONICET demostró que entre 2000 y 2007, la brecha
había sido del 29%. Sin embargo, ese trabajo no identificó las causas de ese porcentaje.
Por eso, hoy, luego de casi 20 años, se hacía necesario avanzar sobre tales aspectos.
Nuestro objetivo, entonces, fue recalcular esta diferencia para el período del 2010
al 2016, aplicando una metodología novedosa respecto de la que había usado Hall.
Además, también buscamos establecer las causas, reforzó Rodríguez.
Así, en el trabajo, primero definimos el rendimiento potencial en base a modelos de
simulación, a ensayos comparativos de rendimiento y a los rindes de los productores más
eficientes del CREA. Después, comparamos esos rendimientos con los registros de
producción del Ministerio de Agricultura. Además, lo hicimos para todas las zonas
girasoleras.
El trabajo de Rodríguez y colaboradores fue un ejemplo de colaboración entre el sector
público y el privado. Además de las instituciones ya mencionadas, participaron el
Conicet, la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Mar del Plata, el CREA y la
Bolsa de Cereales de Buenos Aires.
Cómo reducir las brechas en girasol
Para Pablo Cipriotti, docente de la Facultad de Agronomía de la UBA, las brechas son
significativas. Con el modelo de simulación y los datos de CREA obtuvimos valores
medios de 34% para todo el país, mientras que, con los ensayos comparativos de
rendimientos, un promedio de 40%, informó, y aclaró que las diferencias regionales
variaron desde 25% en el sudeste bonaerense hasta 50% en el norte.
La publicación en la revista Field Crops Research también identificó las causas de las
mermas productivas. Las más relevantes son la insuficiente fertilización fosforada
y nitrogenada, el uso de labranza convencional y la adopción de genotipos de bajo
potencial de rendimiento. Además, varían en importancia según la región
girasolera, afirmó el docente.
Por ejemplo, en el norte, las mayores mermas en los rindes ocurren por emplear
labranzas convencionales, mientras que en el sudeste de Buenos Aires se deben, sobre todo,
a la poca fertilización con P y N, enfatizó.
En este marco, Jorge Mercau, agrónomo egresado de la FAUBA y profesional del INTA San
Luis, destacó dos ventajas de los modelos. Nos permiten calcular con precisión los
rendimientos potenciales en todas las áreas girasoleras y superar las limitaciones de los
otros métodos, que dependen de ensayos con diversas restricciones y la subjetividad al
seleccionar datos de rinde, evaluó
En el trabajo se usó el modelo CROPGRO por su versatilidad. Simula el desempeño
del cultivo en distintos suelos, climas y prácticas agronómicas. Incluso, considera el
alto costo energético de producir aceite, lo cual es crucial en girasol. Por supuesto,
fue necesario un trabajo intenso de calibración para adaptarlo a las variedades
nacionales, explicó.
Entre numerosos parámetros ajustados, el equipo liderado por Rodríguez priorizó dos
aspectos: la capacidad de generar hojas y de profundizar las raíces hasta tres metros en
ciclos de crecimiento cortos. Quedamos muy satisfechos con los resultados que
brindó el modelo, comentó entusiasmado.
A nivel país, el girasol permite una intensificación más diversificada de la
agricultura y una mayor estabilidad frente a algunos factores ambientales o de
mercado (J. Mercau). Foto: point.md
Las cuentas pendientes del girasol
Bajo este panorama, Hall hizo hincapié en la trascendencia de los nuevos avances.
Logramos refinar la zonificación del cultivo: en nuestro estudio del 2013 eran
cuatro, y ahora son doce. Lo hicimos usando el sistema del Global Yield Gap Atlas, que nos
permitió analizar con más precisión las brechas. Aquí jugó un papel importante
Patricio Grassini, egresado de la FAUBA, precisó.
El investigador agregó que, para analizar los rendimientos, el equipo de investigación
recurrió también al Relevamiento de Tecnología Agrícola Aplicada (ReTAA) de la Bolsa
de Cereales de Buenos Aires.
Identificamos factores como deficiencias de P y N, pero también debemos señalar
que hallamos limitaciones en los datos. Por ejemplo, el ReTAA no brinda información
detallada sobre el control de enfermedades, un aspecto crítico en el girasol. Hemos dado
un gran paso adelante, pero aún falta para entender cómo cerrar estas diferencias,
aseguró Hall.
Cipriotti sostuvo que este proyecto fue un buen ejemplo de articulación público-privada.
La generosidad al compartir datos y la coordinación entre actores con distintas
formaciones fueron esenciales para identificar causas y sentar las bases de futuras
investigaciones, valoró.
En cuanto a nuevos experimentos, adelantó que planea realizarlos combinando modelos de
simulación con experimentos de campo para validar los resultados obtenidos y explorar de
qué forma otras variables, como la fecha de siembra y el sistema de labranza, pueden
influir en el rendimiento del cultivo.
El trabajo de Rodríguez y colaboradores fue un ejemplo de colaboración entre el sector
público y el privado. Participaron instituciones como la FAUBA, el CONICET, ASAGIR, la
Facultad de Cs. Agrarias de la UNDMP, el CREA y la Bolsa de Cereales de Buenos Aires
A modo de cierre, Mercau subrayó: Este trabajo nos ayudó a entender más el
cultivo, asegurando que los resultados fueran relevantes para el sector productivo. Y, por
supuesto, siempre con la idea de expandir la superficie girasolera del país.



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