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Soja libre de
deforestación: la relación costo-beneficio puede ser favorable para el productor
infocampo.com
Cuando todo indicaba que la Unión Europea iba a volver a prorrogar la
normativa que impone la obligación de importar soja y carne proveniente de zonas
libres de deforestación, una medida muy cuestionada por Argentina y otros
países de Latinoamérica, al final -salvo que ocurra un cambio de último momento- a
partir del 1° de enero de 2026 este reglamento se estará poniendo en marcha.
Esto implica, precisamente, que no se podrán exportar al Viejo Continente cargamentos de
soja o sus subproductos, o de carne bovina, que se hayan producido en campos que fueron
desmontados desde 2021 en adelante.
Para prepararse ante este escenario, las cadenas agroexportadoras y los frigoríficos de
Argentina vienen trabajando a través de la plataforma VISEC, que cuenta con el visto
bueno de los importadores europeos y ya está avanzado en su implementación.
En este marco, un estudio de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires
(FAUBA) contesta una pregunta clave y que se hacen fundamentalmente los productores:
¿Cuál es el costo de adaptarse al nuevo contexto?
Soja, deforestación y Europa
A grandes rasgos, la respuesta de la FAUBA es que los costos adicionales que suma esta
medida para los exportadores son bajos y oscilan entre 1,28 y 4,20 dólares por tonelada;
y que incluso podría representar un beneficio para los productores.
Para la casa de altos estudios porteña, lejos de tenerle temor a este reglamento, hay que
aprovecharlo: afirman que las cadenas agroindustriales nacionales están preparadas para
responder a estas exigencias y que, incluso, se pueden abrir nuevos mercados.
La cadena de la soja es la que genera el mayor valor agregado a la economía
argentina. De los 50 millones de toneladas que producimos por año, el 80% se
industrializa como harina, aceite y biodiesel. La mayor parte de esto se exporta, y del
total exportado, el 20% corresponde a la Unión Europea, repasó Silvina Dal Pont,
docente de Economía General en la FAUBA.
Y también recordó: La Comisión Europea nos calificó como país con riesgo de
deforestación estándar o medio. Por eso tenemos que cumplir con las
disposiciones del nuevo reglamento. De no hacerlo, podríamos perder un mercado de 4.000
millones de dólares anuales.
Para Dal Pont, no tiene sentido evadir esta responsabilidad, cuando los costos mencionados
son valores muy bajos en relación con el precio internacional de la soja, que está en
torno a los 400 dólares.
Un desafío, tres caminos
Por su parte, Ulises Martínez Ortiz, también docente de Economía General de la FAUBA,
mencionó: Los costos varían según dos factores: si los exportadores actúan de
forma individual o colectiva, y del volumen de soja que certifiquen como libre de
deforestación. Analizamos tres escenarios que combinan estas variables.
En el primero, cada exportador actúa solo y adapta su estructura para que el 100% de la
soja pase a ser libre de deforestación, más allá del destino de la mercadería. Para
esto, asume los gastos adicionales de control y monitoreo ambiental, que ascienden a U$S
4,20 la tonelada.
En el segundo, cada uno compra soja de modo convencional para algunos mercados y, por
separado, soja libre de deforestación solo para los envíos a Europa. Este costo
adicional por segregar la mercadería es algo menor que el anterior: U$S 3,55.
El último escenario plantea que los exportadores actúan en conjunto como ya ocurre
a través de la plataforma VISEC y comercializan el 100% de la soja libre de
deforestación, sin importar el destino. En ese caso, el costo adicional de
infraestructura y trazabilidad es U$S 1,28 por tonelada.
Aunque este es el óptimo, el costo en cualquier escenario resulta bajo respecto del
precio de exportación, insistió.
Bajo este panorama, lo que falta mencionar es qué incidencia puede tener en los
productores: los docentes subrayaron que, si los exportadores se adaptan al nuevo
contexto, los productores de soja libre de deforestación podrían recibir por lo menos
0,75 dólar por tonelada.
Así, solo considerando las exportaciones a Europa, este sector podría obtener más de 5
millones de dólares extra cada año.
Para Martínez Ortiz, el agro argentino ya demostró su capacidad de adaptación.
Desde 2008 cumplimos con exigencias similares en el mercado de biodiesel. Los
exportadores le pagan a los productores una prima por sus productos libres de
deforestación, ejemplificó.
Y cerró: La tendencia es global. Estados Unidos, China y el Reino Unido discuten
políticas similares. Además de la soja, se aplicarán a otros productos: la carne
bovina, la madera y la pulpa tendrán la misma exigencia. Lejos de ser una barrera, son
oportunidades para que todo el agro de la Argentina se posicione en mercados diferenciados
y más demandantes.


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